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lunes, 23 de febrero de 2009

Un violinista en el metro

Un frio viernes del 12 de enero a las 7.51am, un hombre se paro en la estación del metro L'Enfant Plaza en Washington y comenzó a tocar el violín. Durante los siguientes 45 minutos, interpretó seis obras clasicas. Durante el mismo tiempo, pasaron 1097 personas, casi todas camino a sus trabajos.

Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre de mediana edad alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música.
Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar en la lata y continuó su marcha.
Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.
Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volteando su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.
En los tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.

Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando 6 obras de Bach (de las más complejas que se han escrito), en un violín Stradivarius tasado en USD 3.5 millones. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 100 dólares.

Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
Una de las conclusiones de esta experiencia, podría ser la siguiente:

 Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita, ¿qué/cuántas otras cosas nos estaremos perdiendo?

1 comentario:

manuelgross dijo...

Hermoso artículo.
Hay muchas cosas que nos perdemos por no prestarles atención, lo que es una limitación de la naturaleza humana porque inevitablemente desarrollamos una "percepción selectiva" que nos lleva a mirar solamente lo que nos interesa.
Creo que es más importante otro fenómeno, que consiste en que "no nos podemos perser" algún acontecimiento porque creemos que "debemos" estar allí.
Por ejemplo, podría ser que algunos de los transeúntes que no prestó atención al violinista (porque no está en su campo de intereses) hubiera estado dos días antes en el concierto por el que pagó 200 dólares y donde aplaudió a rabiar.
Sería eso el típico caso de la gente que se siente presionada socialmente para participar en muchas de las celebraciones colectivas de la comunidad, porque "todos" hacen lo mismo. Así, se celebra el Halloween, a Santa Claus y hasta ciertas fiestas patrióticas, sin desearlo interiormente.
¿Este gregarismo, es signo de sociabilidad o de servilismo ante el poder hegemónico?
Yo me inclino por lo último, especialmente al ver la pasividad con que se acepta se acatan tantas campañas publicitarias masivas.

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