[Artículo publicado en el blog de la Senadora María Eugenia Estenssoro]
Eugenio Carutti, licenciado en Antropología y catedrático universitario, expone en la siguiente charla organizada por Elia Toppelberg, el fruto de algunas ideas acerca de las profundas diferencias entre los hombres a lo largo de su historia y los enfrentamientos que por ello hemos padecido y aún estamos sufriendo. Sin embargo, sostiene, todavía nos queda la gran posibilidad de relacionarnos de una manera diferente. Esta reflexión y su enseñanza nos permitirán ampliar nuestra mirada sobre el comportamiento y el futuro humanos. Carutti escribió Las lunas, Lunas, refugio de la memoria y Ascendentes en astrología (I y II) y dicta Casa XI, un programa de enseñanza que se inició en 1987 que privilegia su transmisión vivencial. Su metodología de trabajo pone un énfasis particular en el proceso global del estudiante, desde la reorganización de su sistema de pensamiento que implica una nueva integración emocional y sus correlatos corporales.
“Soy antropólogo y astrólogo, me he dedicado tanto a investigar la evolución del planeta Tierra y la evolución de la especie humana, como este misterio de que todo lo que sucede en la Tierra está conectado con lo que sucede en el cielo. Por mi formación, ha sido inevitable ver que todo está interconectado, nada está separado y aislado de ningún otro elemento de la realidad, sino que todos los elementos están profundamente interconectados. Cuando se produce un movimiento en cierta zona del universo, le corresponde otro movimiento en otra zona del universo. De hecho, tanto como antropólogo y como astrólogo, creo que el planeta Tierra, la humanidad, estamos viviendo una época excepcional. Creo que está habiendo un cambio muy profundo en la especie humana, un cambio que, por supuesto, no va a durar una generación. Durará 100, 200 años. Estamos en el medio de una transición difícil de dimensionar. Desde el punto de vista astrológico esto es muy evidente: que hay una convergencia de factores de elementos de posiciones del cielo que son extremadamente particulares, pero no voy a entrar en esto. Más bien quisiera hacer algunas reflexiones acerca de cambios que son muy visibles -y que nos marcan ciertas direcciones- y es muy importante estar atentos a ellas porque, como todo cambio, trae una enorme turbulencia. En esta turbulencia la conciencia en un nivel puede quedar muy capturada por muchas corrientes colectivas que están en transformación, se están destruyendo unas a las otras. Quizás el sentido de este tiempo es que se destruyan muchísimas corrientes de pensamiento y de sensaciones y de sentimiento. Tener la mayor claridad posible sobre este proceso es muy importante.
“Creo que la primera reflexión es darnos cuenta que la especie humana primero es una especie joven, que nuestro cerebro aún no ha madurado completamente. (...) Estoy convencido de que nuestro cerebro está madurando aceleradamente, en un proceso de cambio que es muy exigente.
“La conciencia humana maduró desde nidos aislados. La especie humana se dispersó desde África y anidó en distintos lugares, formando tribus y civilizaciones y tradiciones. La característica de cada una de estas experiencias humanas es que se aisló de las demás. Cada experiencia humana se constituyó en un nido donde crecieron conciencias, experiencias, pero un denominador de todas las civilizaciones es la tendencia al aislamiento, que llevó a que cada tradición profundamente se siente diferente, se siente excepcional, se siente superior a las demás. Tiene una dificultad intrínseca, casi biológica en el sentido de reaccionar muy negativamente a las diferencias, repeler a lo diferente. En cada una de estas tradiciones, desde las más desarrolladas a las menos logradas, otra característica fundamental siempre ha sido la exigencia de que todos los humanos que nacen en el nido tienen que percibir la realidad de la misma manera. La exigencia primordial es que todos los humanos dentro de una tribu estemos de acuerdo en la manera en que percibimos el mundo. Cada comunidad siempre ha tenido este requisito. Hay una presión sobre cada individuo para que la percepción fuera convergente. No ha habido ninguna civilización realmente elástica en el sentido de aceptar percepciones diferentes de la realidad dentro de su propio centro.
“Una primera evidencia que hoy podemos ver es que hoy todas estas tradiciones, todos estos nidos están pasando por un proceso excepcional, están chocando entre sí. Este es un fenómeno totalmente nuevo, todas las culturas que se formaron, el pensamiento, las formas de sentir, de vivir, las creencias, los dioses, las religiones que cada uno había desarrollado muy cuidadosamente, que habían diferenciado cada cultura, hoy está destinada a chocar con otros. Como si la Tierra estuviera haciendo un gran experimento en que cada una de las múltiples experiencias humanas está obligada a chocar con la otra y a destruirse mutuamente en sus diferencias. Todos estamos viendo guerras de religión, estamos viendo cuánto le cuesta al ser humano hoy el tema de la raza, cuánto le cuesta lo diferente.
“Quizás lo que dije antes, que en cada nido el requisito siempre fue que todos pensaran lo mismo, parezca un poco extraño. Estas son las primeras generaciones en las que se puede estar en la mesa familiar y ver la realidad de manera completamente diferente. En mi mesa familiar eso era imposible. Este es uno de los primeros fenómenos cuya importancia tenemos que pensar, porque cuando están sucediendo y uno los vive no se da cuenta de la envergadura que tienen. “Uno no se da cuenta de que están sucediendo por primera vez en una historia que tiene millones de años. Personas que tienen creencias completamente diferentes pueden coexistir. Piensen que hace cien años esta reunión era imposible, tantos hombres y mujeres unos al lado de otros y con tan poca luz (…).
“Piensen en la India, los países islámicos, lugares de China. Aún millones de humanos no han aprendido a modular sus pulsos instintivos básicos por lo cual la sensación es que no pueden estar hombres y mujeres al lado del otro en ciertas condiciones. Hoy existe más de una humanidad en ese sentido, o más de una época humana. Están coexistiendo muchos tiempos en un mismo espacio. Las tradiciones se están, por las malas, mezclando, chocando, repeliendo, peleando. Y al mismo tiempo coexisten épocas distintas. Tiempo y espacio está mezclado en este momento en esta Tierra, pero esta es una revolución de una envergadura excepcional porque está exigiendo al cerebro procesar una cantidad de diferencias como nunca antes había procesado.
“Las diferencias más difíciles son las llamadas icónicas: ver a alguien de un color de piel diferente o con símbolos religiosos marcadamente diferentes, hasta hace poco tiempo en el planeta, produce una reacción física de miedo, de angustia, que lleva al ataque o al repliegue. Los humanos estamos aprendiendo muy aceleradamente lecciones que no quisimos aprender por muchísimo tiempo. Quizás el simple hecho que la Tierra sea una esfera hace que suceda. Tarde o temprano, todas las tradiciones van a converger, este es un hecho por la misma forma de la Tierra. Es imposible que no nos mezclemos. Pero mezclarse significa atravesar la destrucción. (...)
“Con ese tipo de conciencia, sabemos que la única manera de que se produzca esta convergencia es destructivamente. La misma lógica del proceso nos está indicando que tiene que haber una conciencia diferente. Esa conciencia todavía no apareció. El proceso evolutivo está sometiéndonos a una presión que nos exige una maduración completamente diferente, nos exige una capacidad para vincularnos con muchísimas diferencias. Hay un crecimiento en la complejidad de los hechos de toda la vida y esto va a aumentar cada vez más. Cada vez más va a haber más situaciones diferentes que no se pueden resolver por el viejo método que es la destrucción del diferente. Este ha sido el método de la especie humana, todos hemos utilizado este método en un millón de años. Al diferente hay que eliminarlo o dominarlo o absorberlo. No hay una inteligencia vincular desarrollada en el ser humano. Nuestra inteligencia vincular es muy pobre, nuestra capacidad de complejizar la vincularidad es muy pobre, somos aún maniáticamente posesivos. En lo más cotidiano, no puedo tolerar que el otro sea muy diferente, que tenga una visión del mundo completamente diferente. Aún no sabemos cómo hacer para resolver situaciones desde distintos puntos de vista. Eso es un cerebro nuevo, una conciencia nueva la que se necesita. Hoy llegamos hasta las Naciones Unidas que ya es admirable, pero como alguien decía las naciones no pueden ser unidas, cada una tiene sus intereses. Eso es lo que estamos viendo. Estamos en el prólogo de un proceso en el cual tiene que surgir una conciencia que sea humana, ni argentina, ni inglesa ni china. De hecho como antropólogos no sabemos qué es una cultura humana. Sabemos qué es una cultura islámica, quechua, etc. Pero cómo vive el ser humano como humanidad, como conciencia de humanidad no existe. Es algo que evolutivamente está implicado, es algo que tiene que suceder. Conociendo la evolución se van a presentar problemas que van a obligar a madurar en este sentido. Cuán dolorosamente suceda es un tema importante para nosotros, pero no para la evolución. Para la evolución es secundario el costo que conlleve desarrollar una conciencia humana. Aún no la tenemos, tenemos una conciencia de parte, fragmentaria, que no sabe cómo vincularse con aquellos que ven la realidad de manera completamente diferente.
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